domingo, 13 de febrero de 2011

Desde el Blog de la Dra. Antonia Saez- "La administraticion de la Mentira" por el Dr. Felix Cordova Iturregui

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Por el Dr. Félix Córdova Iturregui
Profesor de Estudios Hispánicos en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico

La juventud universitaria, con su movimiento de lucha y resistencia, le ha dado una lección profunda a toda la sociedad puertorriqueña. En la postrimería del pasado semestre tuvo la valentía de lanzarse a una huelga que muchos imaginaron como el barco del naufragio en el mar de la desesperanza. Después de la exitosa huelga de abril, la huelga de diciembre a muchos les pareció un dibujo grotesco proyectado en el lienzo de la locura.


Una cantidad sorprendente del personal docente esbozó, con aparente lucidez, una teoría convincente: el gobierno les había tendido una hábil trampa a los estudiantes para llevarlos a la huelga y poder así ejecutar su plan de cerrar la Universidad de Puerto Rico. El presidente, José Ramón de la Torre, y algunos síndicos inescrupulosos, abonaron la teoría con expresiones muy bien calculadas. Desde su comienzo la teoría vino adobada con el miedo. Dos elementos claves la nutrían: a) los golpes decisivos y brutales que el gobierno, a partir de la Ley 7, descargó sobre los asalariados del sector público; b) la urdimbre de mentiras y medias verdades proyectadas sistemáticamente ante la opinión pública sobre una crisis fiscal heredada de la pasada administración.


Con respecto a la Universidad de Puerto Rico no hay tal ruptura entre un pasado reciente y el presente. Ana Guadalupe, Ibis Aponte, Ygrí Rivera y otros, son la prueba más visible y patética de la imposibilidad de culpar a la administración anterior por los problemas actuales. El trinomio Guadalupe-Aponte-Rivera es suficiente para amarrar el nudo de la continuidad administrativa del ayer y el hoy. El cambio, en todo caso, lo provee la acentuación de la agresión neoliberal del gobierno de Luis Fortuño. Sobre los estudiantes se ha pretendido proyectar la misma violencia que se ha utilizado contra otros sectores sociales. La diferencia ha sido, precisamente, la contestación que le ha dado el movimiento estudiantil a la política del gobierno.


Por consiguiente, la lucha estudiantil no puede verse como algo aislado. Por el contrario, desde su inicio ha sido un movimiento de carácter amplio, con una resonancia general, contra una política gubernamental de naturaleza agresiva. Así fue la huelga de abril y así fue la huelga de diciembre. Ambas están enlazadas de forma indisoluble. Solamente la pereza mental o el miedo pueden intentar separar lo que está íntimamente enlazado. Contrastar una huelga con la otra, presentando la bondad de una frente a la maldad de la otra, es una equivocación lamentable que intenta borrar la continuidad acentuada de la política neoliberal del gobierno contra toda la comunidad universitaria. El contraste entre dos huelgas supuestamente diferentes parte de una ceguera ante las amenazas reales que enfrenta la Universidad. Mucho más acertado sería hablar de una sola huelga en dos momentos discontinuos pero estrechamente vinculados por recesos de agitación y organización para lograr un mismo objetivo: evitar que se encarezca la educación pública y se le cierre la Universidad a amplios sectores del pueblo en un futuro cercano.


Ahí se encuentra el núcleo democrático del movimiento estudiantil. En la defensa de la educación pública superior. La resistencia de los estudiantes resuena por todo el país precisamente por su tenacidad y por la incapacidad del gobierno, con todos sus aparatos represivos, de silenciarla y dispersarla. El gobierno no ha podido derrotar al movimiento estudiantil. Por el contrario, el movimiento estudiantil ha logrado derrotar al gobierno en el complejo espacio de la opinión pública. Los amplios sectores del pueblo que se han visto vapuleados por el gobierno de Luis Fortuño, que han sufrido derrotas y han visto deterioradas sus condiciones de vida, observan con esperanza la combatividad estudiantil. El impacto de la lucha universitaria ha sido de tal magnitud que dos sindicatos han podido negociar, bajo su sombra, una sobrevivencia precaria.


El miedo ha probado ser un mal consejero. La teoría del cierre de la Universidad, lejos de fortalecer a la comunidad académica, la debilitó. Sectores importantes del personal docente se plegaron como el moriviví. Los tocaba un fantasma. Perdieron de vista la verdadera magnitud de la Universidad. Si algo verdaderamente importante ha logrado la lucha estudiantil es poner de manifiesto la extensa urdimbre de mentiras que ha tejido la actual administración universitaria. Nunca antes en la historia un movimiento estudiantil había logrado proyectar ante el país el descrédito de la alta dirección de la Universidad. Un descrédito que consiste principalmente en dejarle ver a toda la sociedad el asalto inescrupuloso de la institución por parte de empresarios privados. La crisis económica actual, al reducir los ya precarios espacios de acumulación de capital de una burguesía sin proyecto propio, vulnerable y con una acentuada inclinación hacia la corrupción, ha promovido el asedio sistemático al presupuesto de la Universidad de Puerto Rico. La actual administración universitaria, encabezada por Ygrí Rivera, no tiene ningún proyecto educativo en sintonía con la comunidad universitaria. Por el contrario, representa la embestida empresarial contra la Universidad.


El camino del asalto no contó con la capacidad de los estudiantes para defender la institución. La administración universitaria pensó que en la Universidad se repetiría lo sucedido en otras instituciones del gobierno. Su política agresiva venía avalada por una cadena de derrotas sindicales alentadoras. No contaron con el escollo estudiantil. Mucho menos contaron con la capacidad de una juventud organizada para proyectar su lucha con mayor efectividad y credibilidad que la alta administración universitaria. La administración cometió dos errores muy costosos: a) no se ha tomado la molestia de entender a su adversario porque su bravuconería y arrogancia se lo impide; b) no ha comprendido, en absoluto, las transformaciones que se han dado en nuestra sociedad como resultado de la violencia neoliberal encarnada en la Ley 7. Por el contrario, los estudiantes han captado la fortaleza de su cuerpo colectivo y han logrado poner de manifiesto la debilidad del gobierno en el debate público. Evalúan continuamente la situación con una sorprendente capacidad para la autocrítica y la rectificación, mientras la administración y el gobierno expresan una rigidez lamentable.


La Universidad vive una situación curiosa. Se dan todas las condiciones para que los educadores se transformen en educandos. Una fuerza educativa poderosa emana del ejemplo estudiantil. El personal docente puede aprender mucho del estudio del proceso actual. Debe ser un estímulo observar la sorprendente multiplicación del liderato estudiantil, la agilidad conceptual de su proyección en los medios masivos de comunicación, la heterogeneidad de sus representantes, la inteligencia contenida en sus posiciones, y la enorme flexibilidad ante los obstáculos enfrentados. Si hay profesores o profesoras que se sienten amenazados por este tipo de florecimiento, harían muy bien en replantearse su disposición para la enseñanza. Mi experiencia en la calle ha sido oír en incontables ocasiones lo siguiente: esos jóvenes y esas jóvenes se expresan mucho mejor que los administradores; son más inteligentes. Se trata de algo alentador cuando uno se percata de que hay estudiantes mucho mejor capacitados que Ana Guadalupe, Ibis Aponte, e Ygrí Rivera, para dirigir la Universidad. El gobierno no podrá silenciarlos. Hay una fuerza moral en su figura colectiva que hace falta estar ciego para no verla.

* El autor es profesor de Estudios Hispánicos en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.

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