jueves, 18 de septiembre de 2008

35 AÑOS

 

"De que los poetas sean oídos, y se acerquen,
y trabajen a la par, vendrá la paz humana."

José Martí

Treinta y cinco años se cumplen este 23 de septiembre del hasta luego triste
que Pablo Neruda nos dijo solo 12 días después del criminal golpe de estado
que arrebató a Chile su libertad y la vida del presidente Salvador Allende.

El Poeta, diplomático, senador, malacólogo, pertinaz aficionado a la
arquitectura, amante incorregible de la vida, fue un indoblegable defensor
de las causas más nobles de su tiempo. Sin embargo, como es de suponer,
suele recordársele fundamentalmente por su obra lírica de la cual se han
escrito, aún en vida del vate, innumerables y luminosas páginas.

En este aniversario, observando el panorama mundial que nos ofrece nuestro
tiempo, y entreviendo el oscuro porvenir, todavía evitable, que depara a la
especie humana, quiero recordar al Neruda esencial, a ése que desde el poema
oral o escrito, en verso o en su vívida prosa que era también poesía, nos
legó con sus actos y su vida un ejemplo de obligación moral de los
intelectuales y los hombres y mujeres de buena voluntad, hacia las luchas
cotidianas en aras de alcanzar un poco más de felicidad y de alegría para
todos.

Al revolucionario que marchó junto a un numeroso grupo de escritores,
artistas, hombres y mujeres de ciencia, a defender a la República Española,
ese sueño truncado a la postre, y a cuya concreción entregó generosamente su
juventud brillante y prometedora nuestro entrañable Pabro de la Torriente
Brau.

Al Neruda que después de haber escrito "los versos más tristes" inspirado en
los tiernísimos sentimientos que despertaron en él las bellezas femeninas,
supo construir, con restos de papel y viejos trapos donados por los soldados
republicanos, la pulpa con que esos mismos soldados elaboraron el papel en
que se imprimirían los poemas guerreros que formaron su libro España en el
corazón.

Al que, tras el descalabro de aquel sueño, cuando las hordas fascistas del
Gran Caudillo se cebaron en la carne de los mantenedores de la utopía
republicana y hasta los que se refugiaron en la culta Francia fueron
hacinados en campos de concentración, intercedió ante su gobierno y fue
designado por el presidente chileno cónsul especial para la inmigración
española, con sede en París. Al que con ese título organizó, con habilidad
de prestidigitador, la expedición del barco "Winnipeg", donde cruzaron el
Atlántico con destino a Chile más de dos mil españoles de diversas
profesiones y oficios. Al Premio Nobel de Literatura que refiriéndose a esa
hazaña llegó a decir que salvar esas vidas del dolor y la muerte,
devolviéndoles otra vez la esperanza era el mejor poema que había escrito:
"Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy
recuerdo, no podrá borrarlo nadie."

De ese hombre entrañable que siendo un trotamundos se sintió siempre en
todas partes un hijo fiel de nuestra Madre América; del que cantó a la
Revolución Cubana, a la Sierra Maestra y a Fidel, quiero recordar una
singularísima respuesta dada a un periodista que le preguntó: "Si tuviera
que concederle un regalo al mundo, ¿por cuál se decidiría?" a lo que el
poeta respondió: "El mejor regalo sería la restauración de una verdadera
democracia en los Estados Unidos. Es decir, la eliminación en ese país de
las fuerzas regresivas que ensangrientan los territorios más distantes. Un
gran país como éste, despojado de su prepotencia política y económica, sería
un regalo para el mundo."
Tome nota de ello, en estos días de elecciones, el país de Walt Whitman, a
quien Neruda consideró su maestro.


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